TST Nº 38

9/12/2025

Aimara

Artista

“Creo profundamente que mi generación está marcando un punto de inflexión en la historia del país”

“Tengo 24 años y soy licenciada en Artes Escénicas, con formación en actuación, cine, danza y teatro musical en CSVPA–Cambridge y en la New York Film Academy.

Soy bailarina, actriz, coreógrafa, directora y profesora, criada en Bolivia y actualmente viviendo entre Nueva York y Madrid. Me he formado en múltiples estilos de danza —desde jazz y contemporáneo hasta folclore boliviano— y desde muy joven lideré equipos como coreógrafa, bailarina y directora, obteniendo varios premios durante mi etapa escolar. También formé parte de la compañía de flamenco ACompás en La Paz. Mi camino me llevó luego a Cambridge para estudiar teatro musical, y después a Nueva York, donde completé mi licenciatura en Actuación y Cine. Allí comencé a enseñar salsa y danza latina, además de organizar clases gratuitas y eventos comunitarios. He participado en varios cortometrajes tanto como actriz como coreógrafa, presentados en distintos festivales.

Tuve mi debut off-Broadway en el musical original BARBA – A Brazilian Body Percussion Musical, escrito por Carlos Bauzys y Kim Bixler y dirigido por Luis Salgado. También fui la primera boliviana en formar parte del programa profesional de teatro musical de Jacob’s Pillow, uno de los centros de danza más prestigiosos del mundo”, nos cuenta esta hermosa joven que destaca por su talento y personalidad y continúa: “Trabajé como swing y operadora de producción en la experiencia limitada Tonightmares de Jimmy Fallon en el Rockefeller Center, y tuve mi primer show oficial en un escenario de Broadway como capitana junto a Luis Salgado y R.Evolución Latina en el Red Bucket Follies, el espectáculo benéfico anual en el que participan todos los shows de Broadway para apoyar a Broadway Cares”.

“Los logros más grandes de mi carrera han sido inseparables de los desafíos más grandes que he enfrentado. Tomar la decisión de mudarme fuera del país para perseguir una carrera en las artes escénicas fue un salto al vacío que, justamente por su incertidumbre, me obligó a abrirme camino, reinventarme y descubrir nuevas posibilidades. Más allá de los proyectos importantes que he alcanzado, considero que mis verdaderas conquistas han sido los procesos: las etapas de crecimiento personal y profesional que me llevaron a encontrar una comunidad que comparte mi misión y mi visión del arte. Una visión que apuesta por desarrollar herramientas, nutrirlas y luego devolverlas a la comunidad, a mi país y a cada entorno en el que me toca trabajar. Los desafíos han sido mis mayores maestros: adaptarme a nuevas culturas, romper mis límites, sostener mi identidad artística en contextos donde a veces parecía no encajar, y aprender a lidiar con el rechazo, una constante en la industria artística. Con el tiempo entendí que la mayoría de las veces no tiene que ver contigo ni con tu talento, es parte del camino. Hoy siento que he logrado “conquistar” ese rechazo: lo veo como una brújula que me aleja de lo que no es para mí y me dirige hacia espacios donde sí pertenezco. Los desafíos me han dado la fortaleza, la claridad y la convicción que hoy considero mis logros más valiosos”.

“Creo profundamente que mi generación está marcando un punto de inflexión en la historia del país. Estamos viendo una ola de talento, valentía y visión que, tarde o temprano —y espero que muy pronto— va a transformar de manera profunda la narrativa de Bolivia tanto hacia adentro como hacia el mundo. Siento que estamos construyendo un “antes y después” en nuestra sociedad. En mi experiencia personal como artista boliviana, salir de mi burbuja y conectarme con el mundo me permitió reconocer algo que muchos llevamos muy grabado: un complejo de inferioridad que nos hace creer que no tenemos las herramientas o la capacidad para competir en las grandes industrias globales. Pero en cuanto crucé esa frontera, me di cuenta de que lo que yo pensaba que era una desventaja, en realidad era mi mayor fortaleza. Mi identidad boliviana —mi cultura, mis raíces, el carácter que me formó— se convirtió en mi superpoder. No solo me abrió puertas, sino que me dio una perspectiva única que me distingue en cualquier espacio artístico. Llevar el nombre de Aimara es un orgullo, pero más allá del nombre, es la certeza de que nuestra identidad no es un límite: es un valor enorme que apenas estamos empezando a reconocer. He llegado a lugares que antes creía imposibles, y eso me demostró que no era “difícil por ser boliviana”; simplemente necesitaba cambiar la mentalidad. Hoy siento que es nuestra responsabilidad —de quienes estamos fuera, dentro, creando, innovando, soñando— cambiar la narrativa del país. No con discursos, sino con hechos, con presencia, con excelencia.

Bolivia atraviesa un momento en el que los jóvenes estamos reclamando nuestro lugar en el mundo, y creo que ese rol es transformador: estamos demostrando que sí podemos, que sí tenemos con qué, y que nuestra cultura no solo es hermosa, sino poderosa”.

Finalmente deja un lindo mensaje para las fiestas de fin de año: “Creo que solemos ver el fin de año como el cierre de un ciclo y el inicio de otro, pero a mí me gusta pensar que en realidad es un puente. Un momento para detenernos, mirar con honestidad la versión de nosotros que termina este año —con lo bueno y lo difícil— y elegir conscientemente qué queremos llevar al siguiente. No se trata de empezar de cero, sino de continuar nuestra evolución.

Invito a todos a preguntarse: ¿hacia qué versión de mí quiero crecer? Que este puente nos encuentre valientes para dejar lo que ya no sirve y para cargar solo con aquello que nos impulsa a evolucionar”.

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