TST Nº 9

15/11/2023

Henry Medina

Director Académico, CEO y DGC de Ogilvy Bolivia

Black Friday o cuando la cordura se va de vacaciones

Todavía faltan bastantes días para los viajes de fin de año, pero parece que la cordura ya quiere mojar los piés en la arena y se nos adelanta, porque para lo que faltan menos días, es para el Black Friday, el día en el que nos convertimos en protagonistas de un capítulo de Walking Dead.

El Black Friday, amantes del consumismo desenfrenado, no es solo un día para gastar dinero en cosas que no necesitamos. Es un día para convencernos a nosotros mismos de que estas adquisiciones impulsivas son realmente inversiones sabias, un inspirador ejercicio de sustentación pseudo-científica. Sí, porque claramente necesitamos un robot que nos diga qué comida preparar, ¿verdad?

Y ni hablar de las “ofertas imperdibles”. Porque, sinceramente, ¿quién dejaría pasar un descuentazo de tres aspiradoras por el precio de una? Es como si la lógica se tomara un día libre y la irracionalidad financiera tomara el volante.

¿Alguien más ha notado que el Black Friday es como una competencia olímpica, pero sin atletas y con más gente corriendo hacia las tiendas que en una película de zombis?

Pero lo que realmente me mata es que todos parecemos pensar que estamos haciendo un gran negocio. “¡Mira, un 50% de descuento en una máquina para cortar el pelo con 7 medidas de corte diferentes que no necesito porque soy calvo pero que compraré de todos modos porque es una ganga!”

Somos como niños en una tienda de caramelos, solo que los caramelos son tostadoras y no nos preocupan, absolutamente para nada, las caries.

Y, por supuesto, está el fenómeno del “comprar ahora, pensar después”. ¿Alguien más ha llegado a casa con una licuadora de última generación y se pregunta, “¿Realmente necesitaba una licuadora con conexión Wi-Fi? ¿Vas a hacer smoothies o vas a ver la última serie de Netflix?”

En fin, el Black Friday es una experiencia única. Corremos, compramos, nos emocionamos, y al final del día, nos preguntamos por qué compramos una suscripción anual de calcetines de colores.

Así que, gente, disfruten del Black Friday. Corran, compren, pero recuerden, la verdadera ganga es salir de ahí sin una historia vergonzosa de cómo pelearon con una señora de 65 años por un descuento en papel higiénico.

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